Esta mañana, antes de mis oraciones matutinas, abrí la Biblia y leí el Capítulo 16, versículo 19 del Evangelio según San Mateo, en el que Jesucristo le dice a Pedro, “Yo te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra, será atado en los cielos; y lo que desates en la tierra, será desatado en los cielos”. Al leer estos versos pensé: Jesucristo tenía doce discípulos, pero ¿por qué Él le entregó las llaves del cielo a Pedro y no a uno de los otros? ¿Qué hizo Pedro que el Señor estaba tan complacido con él? Si logro responder estas preguntas y actuar de la misma forma en que lo hizo Pedro, ¿podría entonces obtener la Gracia del Señor y en el futuro entrar al reino de los cielos? Sin embargo, después de leer repetidamente estos versos, no pude encontrar la respuesta y luego tuve que desayunar e irme a trabajar.

Encontré las Respuestas Luego de Preguntarle a una Colega

Durante la hora de almuerzo, le pregunté a una colega creyente y ella me ayudó amablemente.

Ella me dijo: “En el pasado a mí también me confundían las escrituras. Después leí Mateo 16: 13-19 muchas veces y las analicé cuidadosamente. Gracias a Dios por Su iluminación. Logré comprender la voluntad del Señor.

En Mateo 16: 13-16 podemos ver que cuando Jesucristo le preguntó a varios de Sus discípulos, ‘[…] ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Y ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; pero otros, Jeremías o uno de los profetas. El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente’. Con esto nos damos cuenta de que de los doce discípulos solo Pedro sabía que el Señor Jesús era el Mesías venidero – Cristo. A través de Sus obras y palabras, Pedro pudo confirmar que el Señor Jesús era Cristo. No importaba cómo los Fariseos condenaran, atacaran y juzgaran a Jesucristo, a él no lo engañaban, sino que solo obedecía la guía y voluntad del Espíritu Santo y seguía a Jesucristo todo el tiempo. Por esto, sabemos que Pedro conocía verdaderamente a Jesucristo. Además, cuando los soldados llegaron a llevarse a Jesucristo, Pedro se lanzó a proteger al Señor y le cortó la oreja a uno de ellos. Esto fue el resultado de una acción impetuosa y maleducada, lo que no va de la mano con la voluntad del Señor, pero si lo vemos desde otro punto de vista, en la presencia de tal peligro, que Pedro haya hecho esto demostró que realmente amaba al Señor. Además, luego de que el Señor resucitara de entre los muertos y ascendiera al cielo, Pedro guió las iglesias de acuerdo a los mandamientos del Señor y, finalmente, lo crucificaron boca abajo en nombre de Él, mostrando de este modo un hermoso y resonante testimonio. Con todo esto, podemos darnos cuenta de que Pedro realmente amaba al Señor, de caso contrario, no hubiese arriesgado su vida para protegerlo a Él, así como tampoco hubiese jurado seguir al Señor hasta la muerte y promulgar Su Evangelio, ni mucho menos llevar los testimonios de someterse ante Dios hasta la muerte y amarlo hasta el extremo”.

Asentí y dije: “Tienes razón. De los doce discípulos, solo Pedro reconoció al Señor Jesús como Cristo. Pedro sin duda conocía verdaderamente al Señor”.

Mi colega continuó diciendo: “Jesucristo dijo, ‘[…] Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazon, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento’ (Mateo 22:37-38). ‘[…] Si alguno me ama, guardará mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos con él morada. El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que oís no es mía, sino del Padre que me envió’ (Juan 14:23-24). ‘No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos’ (Mateo 7:21). Pedro siguió fervientemente el primer mandamiento ­— amar al Señor, por lo que a él no lo rigieron los soldados y pudo proteger al Señor, e incluso sacrificó su vida al ser crucificado boca abajo en Su nombre, obedeciendo a Dios hasta la muerte. Esto bastó para demostrar que Pedro era la persona que siguió el camino del Señor. Que Jesucristo le entregara las llaves del reino de los cielos a Pedro nos permite ver que Pedro era un hombre conforme a Su corazón y su búsqueda fue aprobada por el Señor. Para poder entrar al reino de los cielos, deberíamos imitar a Pedro y ser una persona que ama y conoce al Señor. Solo así podremos recibir Sus promesas”.

Luego de oír sus palabras, me iluminé y dije: “resulta que el hecho de que el Señor le entregara las llaves del reino de los cielos a Pedro contiene Sus más sinceras intenciones y expectativas de la humanidad. Entonces, ¿cómo logró Pedro específicamente conocer y amar al Señor?”.

Solo imitando la búsqueda de Pedro, podremos recibir la aprobación del Señor

Mientras me escuchaba, tomó con entusiasmo su ordenador y me dijo: “Leí dos pasajes de un texto en un sitio web del Evangelio que explica claramente cómo Pedro logró amar y conocer al Señor. Permíteme leértelos”.

“Pedro siguió a Jesús durante varios años y vio en Él muchas cosas que no había en otras personas. […] En la vida, Pedro se medía contra cada cosa que Jesús hacía. Principalmente, los mensajes que Jesús predicaba se grababan en su corazón. Estaba totalmente dedicado a Jesús y era fiel a Él, y nunca se quejó de Él. Como consecuencia, se convirtió en el fiel compañero de Jesús dondequiera que Él iba. Pedro observaba las enseñanzas de Jesús, Sus amables palabras, lo que Él comía, lo que vestía, dónde se hospedaba y cómo viajaba. Seguía el ejemplo de Jesús en cada aspecto. Jamás fue un santurrón, pero se deshizo de todas sus cosas obsoletas y siguió el ejemplo de Jesús en palabra y acto. Fue entonces cuando Pedro sintió que los cielos, la tierra y todas las cosas estaban en las manos del Todopoderoso y que, por esta razón, no tenía una opción personal. Pedro también asimiló todo lo que Jesús era y lo utilizó como un ejemplo” (“Sobre la vida de Pedro”).

“Tras un periodo de experiencia, Pedro vio en Jesús muchas de las obras de Dios, vio la hermosura de Dios y vio mucho del ser de Dios en Jesús. Así, también vio que las palabras de Jesús no podían ser palabras dichas por un hombre, y que la obra que Jesús hizo no podría haberla realizado un hombre. En las palabras y los hechos de Jesús, Pedro vio además gran parte de la sabiduría de Dios y mucha obra de naturaleza divina. Durante sus experiencias, no solamente llegó a conocerse a sí mismo, sino que también se centró en observar todas las acciones de Jesús, de las que descubrió muchas cosas nuevas, como por ejemplo, que había muchas expresiones del Dios práctico en la obra que Él hizo por medio de Jesús, y que las palabras y los actos de este, las formas en que pastoreó a las iglesias y la obra que realizó diferían de los de un hombre corriente. Así, Pedro aprendió de Jesús muchas lecciones que se suponía que debía de aprender y para cuando Jesús estaba a punto de ser clavado en la cruz, había obtenido algún conocimiento de Él, conocimiento que fue la base de su lealtad de por vida a Jesús, y de su crucifixión boca abajo, la que sufrió por amor al Señor” (“Sólo aquellos que conocen a Dios pueden dar testimonio de Él”).

Luego de escuchar estas palabras le dije: “Resulta que cuando Pedro vivió con Jesucristo, le puso mucha atención a seguir Sus palabras y las cosas que Él hacía”.

Ella me dijo: “Si, en estos dos pasajes podemos notar que Pedro deseaba conocer al Señor. Cuando él estaba en contacto con Jesucristo, ponía atención a cada una de Sus palabras y acciones. Pedro veía en Jesucristo gran parte de Su divinidad. Por ejemplo, Sus palabras estaban llenas de autoridad y poder; nadie es capaz de hacer Su obra, nadie tiene Su misericordia, amor, paciencia y tolerancia hacia la humanidad. Además, Pedro pudo notar la santidad y justicia de Jesucristo al observar las diferentes formas en que Él trataba a la gente común y a los Fariseos. Las revelaciones del Señor y que fueran reales eran cosas positivas que pueden iluminar al hombre. Pedro vio muchas partes dignas de adoración en Jesucristo, y esto despertó su amor por el Señor. Veía al Señor como un modelo a seguir, estaba consciente de Su voluntad y fue extremadamente fiel a Él, guiando a las iglesias y promulgando Su Evangelio. Además, Pedro siempre tomó en consideración Sus palabras, las contemplaba y ponía en práctica. Analizaba sus propias palabras y acciones todo el tiempo. Si descubrió que había algo que él hizo no estaba de acuerdo con las palabras del Señor, le rezaría a Dios y despreciaría su rebeldía. Por lo tanto, decidió practicar según las palabras del Señor y seguir el ejemplo del Señor Jesús. Es más, Pedro se mantuvo al mismo nivel que los demás cuando trabajaba y nunca se exaltó como uno de los discípulos de Jesucristo, sino que sólo amó a Dios y cumplió su deber como criatura de Dios. No importaba si se veía enfrentado al ridículo de los no creyentes o a la persecución del partido gobernante, nunca se quejaba en contra de Dios. Su amor por Dios nunca cambió, sin importar las penurias que sufrió o las pruebas que enfrentó. Debido a esta búsqueda, pudo finalmente obedecer a Dios hasta su muerte y amarlo al máximo, y ser crucificado boca abajo en Su nombre. Jesucristo privilegió su humanidad y su búsqueda de creer en Dios, y sabía que era el más digno para confiarle todo. Por esto, Jesucristo dijo: ‘Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, […] y sobre esta roca edificaré mi iglesia; […] Yo te daré las llaves del reino de los cielos’” (Mateo 16:17-19).

Cuando mi colega terminó de hablar, sentí un tipo especial de iluminación interior y sentí que Dios puede realmente ver en lo más profundo del corazón del hombre. No es por nada que Jesucristo elogió a Pedro entregándole las llaves del reino de los cielos. En el pasado, no entendía por qué el Señor lo elogió de esa manera si Pedro lo negó tres veces. Ahora me doy cuenta de mi estupidez e ignorancia. El Señor considera la esencia de un hombre, mientras que yo consideraba sus expresiones momentáneas. Si no lograba dejar mis ideas de lado y buscar la voluntad del Señor, ¿cómo podría entenderlo? A través de la comunicación de mi colega, sabía que Dios amaba a Pedro y él es nuestro ejemplo. A pesar de que hoy no puedo vivir con el Señor, aún puedo imitar a Pedro en la búsqueda de conocer al Señor, amar al Señor y poner Sus palabras en práctica en la vida real. Solo de esta manera recibiré Su elogio y tendré la oportunidad de entrar al reino de los cielos.